San Prudencio

Prudencio nació en Armentia, que se encuentra en la provincia de Álava, y falleció en El Burgo de Osma, en la provincia de Soria, el 28 de abril. Durante su vida, se destacó como un anacoreta y clérigo, dedicándose a una existencia de oración y reflexión profunda. A lo largo de su trayectoria, logró alcanzar el importante cargo de obispo de Tarazona, donde tuvo un impacto significativo en su comunidad.

Desde mediados del siglo XVII, Prudencio ha sido reconocido como santo patrón de la provincia de Álava, lo que subraya la importancia de su legado en esa región. Su festividad, que se celebra el 28 de abril, es un momento especial para sus devotos, quienes recuerdan su vida y sus contribuciones a la fe y la comunidad. En esta fecha, muchos se reúnen para rendir homenaje a su memoria y reflexionar sobre su vida de dedicación espiritual y servicio a los demás.

Vida San Prudencio

La ermita de San Saturio tiene una historia muy interesante ya que fue construida en el mismo lugar donde se dice que Prudencio fue discípulo de un importante santo llamado Saturio. Esta conexión entre ambos es fundamental para entender la vida y el legado de Prudencio. Sin embargo, hay que mencionar que en diferentes documentos antiguos hay algunas referencias confusas que hablan sobre otros santos llamados Prudencio, lo que puede causar cierta confusión sobre a quién se refieren exactamente.

En uno de los breviarios más antiguos que se han encontrado, que es el breviario de Tarazona, se menciona a Prudencio, aunque no todo lo que dice el documento es aceptado como completamente cierto porque en algunos casos se confunde con un Prudencio que fue poeta. Es importante señalar que este Prudencio poeta es considerado una persona diferente y no tiene relación con el Prudencio que fue discípulo de Saturio.

Sobre la vida de Prudencio, hay información bastante limitada y no se sabe con exactitud en qué años vivió. Se manejan varias fechas que van desde finales del siglo cuarto hasta finales del siglo sexto, lo que demuestra que los historiadores han tenido dificultades para establecer una cronología clara. En cuanto a Saturio, que fue su maestro, se estima que nació alrededor del año 493. Si esta fecha es correcta, esto implicaría que Prudencio habría nacido a mediados del siglo sexto, aunque como ya se mencionó, la falta de información precisa puede llevar a diferentes interpretaciones sobre su vida y su época.

Juventud San Prudencio

Nació y pasó su infancia en un pequeño pueblo llamado Armentia, que pertenece a la provincia de Álava y que hoy en día forma parte de la ciudad de Vitoria. A los 15 años, tomó la decisión de retirarse de su vida cotidiana y se convirtió en un anacoreta, buscando una vida de soledad y reflexión en las cercanías de lo que hoy conocemos como la ciudad de Soria. Esta ubicación está situada junto al río Duero, donde comenzó a vivir según los principios de la vida ascética. Durante este periodo, tuvo como maestro a una figura importante llamada Saturio, quien es reconocido hoy en día como el patrón de la ciudad de Soria.

El joven anacoreta permaneció en ese lugar durante un total de siete años, dedicándose a la meditación y a la búsqueda de experiencias espirituales profundas. Después de esos años de retiro, decidió trasladarse a Calahorra, que era en ese momento una ciudad importante con una gran diócesis. En Calahorra, se decía que existía una importante cantidad de personas que practicaban la idolatría, esto es, que adoraban a dioses falsos en lugar del único Dios verdadero.

Su estancia en Calahorra no fue breve, ya que se dedicó a evangelizar y compartir su fe con la gente que allí vivía. Se cuenta que logró convertir a muchas personas y también que realizó numerosas curaciones milagrosas, lo que llevó a un gran número de enfermos a acudir a él en busca de ayuda y sanación. Sin embargo, la fama que comenzó a adquirir por sus milagros le resultaba abrumadora, y como consecuencia, decidió huir a un lugar llamado Tarazona con el objetivo de alejarse un poco de la atención que estaba recibiendo. Se cree que durante su tiempo en estas regiones, las conversiones y el trabajo de evangelización pudieron haber tenido lugar en la zona montañosa de Cameros. Esto se debe a que muchos de los idólatras que eran expulsados de las ciudades a las que un día pertenecían buscaban refugio en pequeñas aldeas, donde este joven podría haber continuado su importante labor de conversión.

Estancia en Tarazona de San Prudencio

Luego de pasar un tiempo en su carrera religiosa fue admitido como clérigo en la catedral de Tarazona. En sus primeros días en este puesto, su responsabilidad principal era encargarse del mantenimiento del templo, asegurándose de que todo estuviera en orden y en buen estado. Con el tiempo, su dedicación y esfuerzo fueron reconocidos y llegó a ser nombrado arcediano, un cargo que le otorgaba más responsabilidades y un mayor nivel de respeto dentro de la comunidad religiosa.

Más adelante, tras el fallecimiento del obispo de Tarazona, Prudencio fue propuesto como candidato para ocupar la vacante dejada por el obispo anterior. Su trayectoria dentro de la catedral y su compromiso con la iglesia no pasaron desapercibidos, y finalmente fue consagrado como obispo. Este nombramiento representó un gran honor para él y también una nueva etapa en su vida, en la que tendría la oportunidad de liderar y servir a la comunidad de Tarazona de manera más significativa.

Intermediario en Osma

En aquel periodo histórico, en la cercana diócesis de Osma, se estaban dando fuertes desacuerdos y conflictos entre el obispado y el clero, lo que generaba una tensión considerable en la comunidad religiosa. Debido a esta situación complicada, Prudencio fue seleccionado para actuar como intermediario con el objetivo de resolver las disputas y encontrar una solución adecuada. Su tarea no era fácil, ya que tenía que escuchar las diferentes posturas y preocupaciones de ambas partes y buscar un entendimiento que pudiera llevar a la reconciliación. Al final, después de mucho esfuerzo y dedicación, logró conseguir un acuerdo entre ellos, lo que trajo un alivio significativo. Sin embargo, tras haber cumplido con esta importante misión, se le presentó una enfermedad grave que resultó ser mortal, lo que dejó a todos en un estado de luto y reflexión sobre su papel crucial en la resolución de conflictos.

Enterramiento de San Prudencio

Cuando Prudencio falleció en la localidad de Osma, se encontraba fuera de su propia diócesis, lo que generó cierta confusión y discrepancias entre los miembros del clero acerca del lugar más apropiado para su entierro. Debido a la fama que Prudencio había alcanzado en vida, gracias a los numerosos milagros que se le atribuían, la decisión sobre dónde descansaría su cuerpo se volvió un tema de gran interés y controversia. Según cuenta la leyenda, la situación se resolvió de una manera bastante peculiar. Se colocó el cuerpo de Prudencio sobre la montura de su caballo, que había sido su compañero durante su vida, y se dejó que el animal marchara libremente por el camino.

El caballo, actuando de manera casi mágica, se detuvo después de recorrer una distancia de seis leguas, que es aproximadamente unos 30 kilómetros, en dirección a la ciudad de Logroño. En ese preciso lugar, se decidió que sería enterrado Prudencio. Este sitio se identifica hoy como una cueva situada en las laderas del monte Laturce, que se encuentra dentro del actual municipio de Clavijo, en la región de La Rioja.

Con el paso del tiempo, en el mismo lugar donde se realizó su entierro, se construyó una iglesia dedicada a San Vicente Mártir, un lugar de devoción y reconocimiento. De acuerdo con lo que menciona fray Gaspar Coronel, a partir del año 1025, esta iglesia pasó a ser conocida como el monasterio de San Prudencio de Monte Laturce. Esta denominación se confirmaría con la concesión de un privilegio otorgado por Sancho III el Mayor. Sin embargo, el historiador García Turza señala que la primera referencia al monasterio se encontró en un documento y se sitúa entre los años 1011 y 1021, que a su vez se vincula a una interpolación de un documento anterior del año 880.

Reliquias de San Prudencio

Desde el siglo doce se generaron varias disputas entre los monjes que vivían en el monasterio de Monte Laturce y aquellos que habitaban en Nájera. Estas disputas se centraban en la ubicación exacta donde se encontraban las reliquias del Santo, que eran objeto de gran reverencia y devoción. A pesar de que hay cierta confusión acerca de este tema, en gran parte debido a la existencia de numerosos documentos que han resultado ser falsos, la versión más creíble es que García Sánchez III decidió trasladar las reliquias de San Prudencio. Este traslado habría ocurrido alrededor del año mil cuarenta, cuando fundó el Monasterio de Santa María la Real de Nájera. Su intención al realizar este traslado habría sido honrar la nueva fundación del monasterio, dejando en Monte Laturce sólo la cabeza y un par de huesos menores de San Prudencio.

Además, también se ha considerado la posibilidad de que García Sánchez I pudiera haber realizado un primer traslado de las reliquias en el año novecientos cincuenta y cuatro, aunque esto no está tan documentado. A pesar de que algunos investigadores han tratado de demostrar que las reliquias nunca dejaron Monte Laturce, hay razones que sugieren que la situación del monasterio, a finales del siglo diez, no era la mejor. Según los relatos de Yepes, se sabe que en el año novecientos cincuenta, la población de monjes en Monte Laturce era muy baja. De hecho, solo había algunos monjes ya que el abad Adica y otros seis monjes se vieron en la necesidad de someterse al abad Dulquito, quien estaba a cargo del monasterio de Albelda. En este contexto, le ofrecieron no sólo su monasterio, sino también a las personas que allí vivían y todos sus bienes.

Por esta razón, parece bastante razonable imaginar que, para evitar que las reliquias quedaran abandonadas y olvidadas en un lugar desolado y con tan pocos monjes para cuidarlas, estas fueran trasladadas en algún momento a otro sitio más adecuado. La protección y el respeto por las reliquias eran de suma importancia en aquella época, y asegurar su resguardo en un lugar más activo y con más monjes habría sido una decisión sensata y lógica.

Santificación de San Prudencio

A mediados del siglo octavo ya se le reconocía y se le consideraba como una figura santa en la comunidad. Este reconocimiento se evidencia en un documento antiguo que forma parte de un cartulario que pertenece al Monasterio de San Millán de la Cogolla. Este cartulario, que es una especie de registro de la historia y los eventos del monasterio, data del 24 de abril del año 759. La mención de su santidad en este documento es un signo importante de su influencia y veneración durante ese tiempo.