Orden de los Franciscanos

Orden Franciscana

Los franciscanos, que en términos generales son conocidos como la Orden Franciscana, se agrupan de manera muy específica en un conjunto de órdenes religiosas que adoptan el estilo de vida mendicante. Estas órdenes están interrelacionadas entre sí y operan dentro del marco de la Iglesia católica, siguiendo el ideario y las enseñanzas de san Francisco de Asís. Este importante movimiento religioso no solo se limita a un grupo, sino que abarca diferentes órdenes y ramas que han crecido y evolucionado a lo largo del tiempo.

En cuanto a la Primera Orden, que fue fundada en el año 1209, incluye varios grupos que tienen sus propias características y enfoques. Entre ellos se encuentra la Orden de Frailes Menores, que anteriormente era conocida como «observantes». También forman parte de la Primera Orden la Orden de Frailes Menores Conventuales y la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos. Cada uno de estos grupos tiene su manera particular de vivir la espiritualidad y la doctrina de san Francisco, aunque comparten una base común en su fe y en su dedicación a los principios franciscanos.

La Segunda Orden está compuesta principalmente por mujeres y, entre otras, incluye la Orden de las Hermanas Pobres de Santa Clara, que se fundó en 1212. Esta orden también comprende a las Clarisas Capuchinas, las Clarisas Descalzas, las Hermanas Franciscanas de la Inmaculada y las Clarisas Adoradoras. Cada una de estas órdenes femeninas tiene su propia vocación y misión, pero todas están unidas por la espiritualidad franciscana y por el deseo de vivir de acuerdo a los valores que san Francisco y santa Clara defendieron.

Además, existe la Tercera Orden, que se estableció alrededor del año 1221 y que se divide en diferentes ramas. Entre estas se encuentran la Orden Franciscana Seglar, que permite a los laicos vivir según los principios franciscanos en su vida cotidiana, y la Orden Franciscana Regular, también conocida como los Franciscanos TOR (Third Order Regular). Esta variedad dentro de la tercera orden muestra la amplitud del movimiento franciscano, que busca incluir a todos aquellos que desean seguir el camino trazado por san Francisco en diferentes estilos de vida.

Aunque cada una de estas órdenes y grupos presenta características particulares y modos distintos de organización y práctica, todas se adhieren a las enseñanzas y la espiritualidad que san Francisco de Asís promovió. A lo largo de los años, muchos otros seguidores han ampliado y enriquecido este legado, entre los que se destacan figuras como santa Clara de Asís, san Antonio de Padua y santa Isabel de Hungría, por mencionar algunos. Estos santos y santas han jugado un papel relevante en la historia de la Orden Franciscana, contribuyendo a la difusión y a la vivencia de la espiritualidad franciscana que sigue inspirando a muchas personas en la actualidad.

Primera Orden Franciscana

Primera Orden de San Francisco

La Primera Orden de San Francisco, conocida en el ámbito religioso como la Primera Orden de los Frailes Menores, fue fundada por san Francisco de Asís, una figura central en la historia del cristianismo. Esta orden religiosa se organiza en tres ramas distintas que conforman su estructura: los hermanos menores, que anteriormente se conocían como «observantes» y se abrevian como O. F. M., los hermanos menores conventuales, abreviados como O. F. M. Conv., y los capuchinos, representados como O. F. M. Cap. Cada una de estas ramas tiene su propia identidad y enfoque dentro de la espiritualidad franciscana.

La historia de la Primera Orden comenzó en el año 1206, cuando san Francisco tomó la decisión de dedicar su vida a vivir de acuerdo con los principios de pobreza y caridad. Este camino espiritual fue refuerzo por un encuentro significativo que tuvo lugar el 16 de abril de 1208. En ese día, un noble italiano llamado Bernardo de Quintaval se sintió atraído por la forma de vida de Francisco y decidió reunirse con él en un lugar llamado Porciúncula. Juntos, leyeron pasajes del Evangelio de Mateo y de Lucas, específicamente Mateo 19:21, Mateo 16:24 y Lucas 9:3. A partir de este momento, Francisco decidió que esos versículos serían la base de las reglas que guiarían su nueva orden, y Bernardo se convirtió en su primer hermano.

Con el tiempo, más personas se unieron a esta causa, formando un grupo conocido como los Varones Penitentes de Asís. En 1209, Francisco y varios de sus hermanos emprendieron un viaje a Roma, donde se encontraron primero con el obispo Guido de Asís, quien estaba en Roma y apoyaba su misión, y luego con el cardenal Juan de San Pablo. Durante su reunión, el cardenal le sugirió a Francisco que se enfocara únicamente en una vida de monje o ermitaño, sin embargo, Francisco pidió al cardenal que intercediera ante el Papa para que aprobara su orden. Fue así como se reunió con el papa Inocencio III, quien aprobó las reglas de la orden, aunque de manera no escrita. En torno a 1210, Francisco decidió que su comunidad se llamaría la Orden de Frailes Menores.

En el año 1216, Francisco tuvo un encuentro importante con el cardenal Hugolino, quien en ese momento era obispo de Ostia y Velletri. Posteriormente, en el año 1217, durante la festividad de Pentecostés, se celebró el primer capítulo general de la orden en Porciúncula, donde se decidió dividir su territorio en doce provincias. Dos años después, en 1220, a petición de Francisco, el cardenal Hugolino fue nombrado protector de la orden por el papa Honorio III. En el capítulo general que tuvo lugar en 1221, se revisó la primera regla propuesta por Francisco y se acordó que era necesario redactar una versión más breve. Así, Francisco escribió la nueva regla en 1223, que fue aprobada oficialmente mediante una bula papal de Honorio III.

Llegado el siglo XVI, se observó un crecimiento notable en número de franciscanos observantes, quienes tenían un enfoque más marcado hacia la pobreza y la vida austera. En el capítulo general de los franciscanos que se celebró en Roma en 1517, se realizó una distinción importante entre los franciscanos conventuales y los franciscanos observantes. Esta diferenciación fue aprobada por el papa León X mediante la bula Ite et vos in vineam meam, que databa de 1517.

Durante este mismo siglo, otro desarrollo significativo tuvo lugar con la figura del beato Mateo de Bascio, quien se convirtió en franciscano observante. Con el deseo de vivir de manera más humilde y en un estilo de vida más austero, en el año 1525 abandonó el convento de Montefiorentino, ubicado en Montefalcone Appennino, para vivir como eremita. Su ejemplo inspiró a otros religiosos, quienes decidieron seguir su camino de sencillez y dedicación a Dios. Estos frailes eremitas se hicieron conocidos como los capuchinos, y su forma de vida fue aprobada oficialmente por el papa Clemente VII en 1528. Además, en 1619, el papa Paulo V les otorgó a los capuchinos el derecho de tener un ministro general que actuara de manera autónoma, consolidando aún más su presencia y organización dentro del panorama religioso.

Segunda Orden Franciscana

Segunda Orden de San Francisco

La Segunda Orden de San Francisco es una orden religiosa dedicada a la vida espiritual de las mujeres, la cual fue establecida por el santo Francisco de Asís y la santa Clara de Asís. Hoy en día, esta orden se divide en varias ramas, que incluyen a las hermanas pobres de santa Clara, las clarisas capuchinas, las clarisas descalzas, las hermanas franciscanas de la Inmaculada, así como las clarisas adoradoras. Cada una de estas ramas tiene su propio enfoque y misión dentro del contexto de la espiritualidad franciscana.

La historia de la Segunda Orden se remonta al año 1210, cuando san Francisco de Asís estableció su residencia habitual en la iglesia de Porciúncula, ubicada en la ciudad de Asís. Fue en esta época cuando una joven noble llamada Clara, junto con su amiga Pacífica, decidió seguir el camino que había trazado san Francisco. En 1212, estas dos mujeres se unieron a la misión de vida franciscana, y a partir de este momento, muchas otras mujeres comenzaron a seguir su ejemplo, lo que llevó a la formación de la Segunda Orden dedicada a las religiosas. El obispo Guido de Cortona tuvo un papel importante al entregar a las monjas la iglesia de San Damián en Asís, la cual se convirtió en un lugar fundamental para la vida y la práctica de las clarisas. Para el año 2011, se estimaba que había alrededor de 20,000 monjas clarisas distribuidas en 75 países diferentes, demostrando así la expansión y la influencia de esta orden en todo el mundo.

Durante el IV Concilio de Letrán, celebrado en 1215, se dictó una normativa que indicaba que todas las órdenes religiosas que no habían sido aprobadas canónicamente debían regirse por las reglas de una orden ya establecida. Las clarisas optaron por adoptar la regla benedictina, que era una de las más antiguas y reconocidas en el contexto de la vida monástica. Sin embargo, Clara de Asís solicitó y obtuvo de Inocencio III un «privilegio de pobreza» especial, lo que les permitió vivir de una manera que reflejaba más auténticamente el espíritu del evangelio y la pobreza franciscana.

En el año 1216, Francisco se reunió con el cardenal Hugolino de Segni, quien en ese momento era obispo de Ostia y Velletri. Este cardenal fue fundamental en el proceso de aprobación de la regla de las clarisas que se encontraba en San Damián, la cual fue otorgada formalmente en 1219. Es importante destacar que Clara fue una de las primeras mujeres en escribir un reglamento para una comunidad religiosa, lo que la distingue como una figura notable en la historia de la vida monástica femenina.

El papa Honorio III, en un acto significativo, aprobó la regla de la Primera Orden de San Francisco mediante la bula Solet annuere, emitida el 22 de noviembre de 1223. Posteriormente, en 1227, el cardenal Hugolino fue elegido Papa bajo el nombre de Gregorio IX. Más adelante, el papa Inocencio IV también aprobó ciertas reglas para las clarisas a través de la bula Quoties a nobis, emitida el 23 de agosto de 1247. Sin embargo, más tarde se aclaró, mediante la bula Inter personas publicada el 6 de julio de 1250, que estas reglas no eran obligatorias para las monjas, lo que permitió una mayor libertad en su vida espiritual.

El 16 de septiembre de 1252, el papa Inocencio IV aprobó una nueva regla para la orden clarisa. El cardenal Reinaldo de Conti di Segni, quien había sido protector de los franciscanos desde 1227, también asumió la protección de las clarisas en 1248. El 27 de abril de 1253, llevó al papa Inocencio IV a Asís para visitar a santa Clara, quien estaba en las últimas etapas de su vida. Este encuentro fue un momento significativo para ambas figuras, ya que Clara había dedicado su vida al seguimiento del espíritu de san Francisco.

Al continuar con su papel en la protección de las ordens religiosas, el papa Alejandro IV apoyó a los franciscanos y clarisas. Cuando fue sucedido por Urbano IV en 1261, el orden franciscano solicitó que se designara al cardenal Juan Cayetano Orsini como su protector, lo que se concedió. Al mismo tiempo, las clarisas fueron puestas bajo la protección de Esteban de Hungría, el obispo de Palestrina. En su bula Inter personas, emitida el 19 de agosto de 1262, el papa Urbano IV reafirmó que los franciscanos debían encargarse de las necesidades espirituales de las clarisas. Para ajustar la jurisdicción franciscana sobre las clarisas y el papel del cardenal protector, el cardenal Cayetano de Orsino elaboró una nueva regla que fue aprobada el 18 de octubre de 1263. En esta nueva regulación, se estipulaban aspectos como la designación de un visitador o un capellán para las comunidades clarisas, quien no necesariamente tenía que ser un franciscano. Además, se logró la unificación bajo la misma protección cardenalicia de todos los conventos de religiosas seguidoras de santa Clara, incluyendo aquellos que habían sido fundados bajo la regla de la beata Isabel de Francia. Esta regla urbanista también otorgó a los conventos de clarisas la posibilidad de poseer propiedades y obtener ingresos, lo cual era un cambio significativo. También se incluyó en esta norma el uso del escapulario, un símbolo religioso importante.

En el siglo XV, una figura notable fue santa Colette Boylet, quien nació en la ciudad francesa de Corbie. Decidió convertirse en religiosa después de explorar varias órdenes religiosas para encontrar la que mejor satisficiera sus necesidades espirituales. Comenzó su viaje como beguina, luego se unió a las benedictinas, y más tarde a las clarisas, hasta finalmente unirse a la Tercera Orden de San Francisco. Fue un fraile franciscano llamado Enrique de Baume quien le sugirió que regresara a las clarisas, donde finalmente se convirtió en una monja de clausura. En 1406, obtuvo un permiso para viajar a Niza con el propósito de reunirse con Benedicto XIII de Aviñón, a quien expuso sus planes de reforma para la orden. El papa le otorgó permiso para fundar conventos de la orden reformada. Como resultado, santa Colette logró establecer una comunidad reformada en un monasterio en Besanzón y, con el tiempo, se llegaron a fundar alrededor de 17 monasterios reformados. En 1434, ella redactó unas constituciones para su nueva comunidad, que fueron aprobadas por el ministro general de los franciscanos. Posteriormente, en 1458, el papa Pío II también endorsó estas constituciones. Santa Colette falleció en Gante, Bélgica, en 1477, y fue canonizada por el papa Pío VII en 1807. Las religiosas que siguen el legado de santa Colette se conocen como clarisas descalzas.

También en el siglo XV, la venerable española María Lorenza Longo contrajo matrimonio con Juan Llonc y tuvo varios hijos. En 1506, ella acompañó a su esposo a Nápoles, donde él formó parte de la comitiva de Fernando el Católico. Tras la muerte de Juan en 1509, María se unió a la Tercera Orden de San Francisco en 1510. Posteriormente, en 1519, fundó el hospital de los Incurables, que se convertiría en una de las instituciones religiosas más importantes de toda la península itálica. Los capuchinos llegaron a Nápoles en 1529 y se establecieron dentro del hospital, donde María Lorenza les delegó como directores espirituales de la comunidad. En 1533, san Cayetano de Thiene, que había sido nombrado director espiritual, logró que Roma autorizara la creación de las Hermanas Franciscanas de la Tercera Orden en 1535. Estas monjas son conocidas como clarisas capuchinas. Más adelante, en 1538, María Lorenza Longo fundó el convento de Santa María en Jerusalén, lo cual fue confirmado por el papa Pablo III mediante un breve emitido el 10 de diciembre de 1538. Este breve otorgaba a las monjas las reglas de las clarisas y establecía un límite en el número de monjas a 33, lo que le valió el sobrenombre de convento de las Treinta y Tres.

En el siglo XX, dos frailes franciscanos llamados Stefano María Manelli y Gabriel María Pellettieri, quienes se sintieron inspirados por la espiritualidad de la Inmaculada del franciscano san Maximiliano Kolbe, establecieron en 1982 la Casa Mariana en Frigento, Italia. Esta congregación está compuesta tanto por frailes como por monjas. Para 1990, ya contaban con 14 casas en diferentes localidades. Ese mismo año, el papa Juan Pablo II aprobó la creación de la Congregación de Frailes Franciscanos de la Inmaculada como un instituto diocesano, y luego, en 1998, se le reconoció como un instituto de vida religiosa, lo que señala una continuación de la rica tradición y el compromiso con la vida religiosa que comenzó con san Francisco y santa Clara.

Tercera Orden Franciscana

Tercera Orden de San Francisco

La Tercera Orden de San Francisco es una comunidad que se conoce como orden terciaria y fue fundada por el famoso santo Francisco de Asís. Esta orden tiene dos ramas importantes que operan de manera diferente: una es la rama seglar, que se identifica con las siglas O. F. S., y la otra es la rama regular, conocida como T. O. R., que se dedica a la vida conventual.

San Francisco de Asís es considerado un gran ejemplo y modelo de vida tanto para clérigos como para laicos. Su forma de vivir y su dedicación a los principios de humildad y caridad inspiraron a muchas personas a seguir su camino. En el año 1221, el papa Honorio III aprobó un documento conocido como el Memorial del propósito, que estaba destinado a los hermanos y hermanas de penitencia que optaban por vivir en sus propias casas. Este documento fue importante ya que se aplicó a todas las órdenes de penitencia en general y se considera la primera norma que la comunidad franciscana utilizó para su vida de penitencia y servicio. Más tarde, en 1223, este documento recibió aprobación canónica y empezó a ser conocido formalmente como la Tercera Orden en el año 1230.

La primera regla específica que se estableció para la Tercera Orden fue aprobada por el papa Nicolás IV a través de la bula Supra montem el 18 de agosto de 1289. Posteriormente, en el año 1889, el papa León XIII introdujo nuevas reglas bajo la bula Misericors Dei Filius. Más adelante, el papa Pablo VI también aprobó nuevas normas para la orden mediante la bula Seraphicus Patriarcha en 1978.

En el siglo XIII, algunos miembros de la Tercera Orden comenzaron a residir en conventos con el objetivo de alejarse de las distracciones y materiales del mundo, así como para realizar obras de caridad dentro de una comunidad más organizada. Este desarrollo fue lo que originó a los llamados terceros regulares, quienes vivían en comunidad y practicaban su fe de una manera más enfocada. Durante el siglo XV, las diferentes comunidades de terceros en varios países empezaron a organizarse como una orden regular, estableciendo capítulos generales en varios lugares. Estos lugares de reunión incluyeron Utrecht en 1401, Flandes en 1413, Colonia en 1427, España en 1442, Lieja en 1443, Italia en 1447, Irlanda en 1456 y Dalmacia en 1473.

En el año 1480, el papa Sixto IV declaró que todos los votos que fueran emitidos por hombres y mujeres de la Tercera Orden serían considerados válidos. Luego, en 1521, el papa León X aprobó las reglas para las diversas comunidades de hombres y mujeres en la Tercera Orden mediante la constitución apostólica conocida como Inter cetera. Finalmente, el papa Pío XI introdujo nuevas reglas mediante la bula Rerum con condicio en 1927. Las reglas actuales que rigen la Tercera Orden fueron aprobadas por el papa Juan Pablo II a través de la bula Franciscanum vitae propositum, ofreciendo así una continuidad y adaptación a las necesidades de la comunidad moderna.

Símbolos franciscanos

Los símbolos franciscanos son elementos importantes que representan la vida y la espiritualidad de la orden fundada por San Francisco de Asís. Uno de los aspectos más destacados del hábito franciscano es cómo se ciñe a la cintura con un cordón franciscano. Este cordón, que puede tener tres o cinco nudos, tiene un profundo significado dentro de la comunidad franciscana. En el primer retrato conocido de San Francisco, se le muestra usando un cordón que tiene tres nudos. Con el tiempo, esta tradición ha llevado a que se interpreten estos tres nudos como símbolos de los votos que los religiosos hacen: pobreza, castidad y obediencia. Por otro lado, el cordón con cinco nudos se asocia comúnmente con las Cinco Llagas de Jesucristo, lo que resalta la conexión entre el sufrimiento de Cristo y la misión de los franciscanos.

En lo que respecta a la vestimenta, los franciscanos menores conventuales suelen llevar un hábito de color gris o negro, el cual les distingue dentro de la orden. En contraste, los franciscanos menores y los capuchinos visten un hábito de color marrón. Esta variación en los colores de los hábitos también ayuda a identificar las diferentes ramas de la espiritualidad franciscana.

Además de estos elementos, hay otros símbolos que son igualmente significativos dentro de la tradición franciscana. Por ejemplo, la Tau franciscana es un símbolo que representa la cruz y la vida de San Francisco, y también simboliza su profunda conexión con la naturaleza y el amor hacia todas las criaturas. Otro símbolo importante es el Cristo de San Damián, que es una representación de Cristo crucificado que tuvo un impacto profundo en la vida de San Francisco, inspirándole a dedicarse por completo a Dios y a los pobres. Estos símbolos ayudan a recordar los valores y enseñanzas que San Francisco promovió, reflejando así el espíritu de la fraternidad y la devoción que caracteriza a la orden franciscana.