Monasterio de Santa María la Real de Nájera
El Monasterio de Santa María la Real es un importante conjunto religioso que se encuentra ubicado en la ciudad de Nájera, en la comunidad autónoma de La Rioja, que forma parte de España. Este monasterio no solo es un lugar de gran belleza arquitectónica, sino que también alberga el panteón de los reyes que gobernaron el antiguo reino de Nájera-Pamplona, el cual fue un precursor del actual reino de Navarra. La situación geográfica de Nájera es especialmente significativa, ya que se sitúa en plena ruta del Camino de Santiago Francés, una de las peregrinaciones más famosas del mundo.
Este hecho, junto con el papel histórico que desempeñaron los monarcas navarros en la región, ha contribuido a que el monasterio de Santa María la Real adquiera una relevancia histórica y cultural considerable. Una gran cantidad de peregrinos y visitantes se sienten atraídos por este lugar no solo por su importancia religiosa, sino también por su rica historia y sus tradiciones. Es un espacio donde la espiritualidad y la historia se entrelazan, ofreciendo a los visitantes una experiencia única.
Además, es importante mencionar que la Iglesia católica celebra la festividad de la advocación de Santa María la Real el 8 de septiembre de cada año. Esta celebración es un momento significativo para la comunidad religiosa y los fieles, quienes recuerdan y honran la figura de la Virgen María en este contexto sagrado. La festividad suele incluir diversas actividades religiosas, procesiones y eventos que atraen tanto a locales como a turistas, fortaleciendo así el sentido de comunidad y la conexión con su patrimonio cultural y espiritual.
Historia Monasterio de Santa María la Real
En el año 923, el rey de León, Ordoño II, formando una alianza con el reino de Pamplona, logró conquistar la ciudad de Nájera, que estaba bajo control musulmán. Esta victoria fue significativa, no solo por la conquista de Nájera, sino también porque se dio en un contexto en el que las relaciones entre los reinos cristianos y musulmanes eran tensas. Unos años antes, en el año 918, Sancho Garcés I de Pamplona había hecho una importante acción al nombrar a su hijo, García Sánchez, rey de Nájera. Esta decisión se tomó después de que, junto con los leoneses, conquistara una buena parte de la región de La Rioja, ampliando así el territorio bajo su control.
Un avance importante en la historia del reino de Nájera-Pamplona ocurrió en el año 1035, cuando García Sánchez III ascendió al trono. Este rey es conocido como García el de Nájera. Según las leyendas que han perdurado a lo largo del tiempo, en el año 1044, mientras se encontraba en el campo cazando, descubrió una imagen de la Virgen María en una cueva. Se dice que, siguiendo a su halcón, llegó a una pequeña capilla dentro de la cueva que albergaba la imagen de la Virgen, un ramo de azucenas —que es símbolo del monasterio— y una campana. Esta imagen fue denominada Santa María en la Cueva, y como resultado de este descubrimiento tan milagroso, se decidió construir un majestuoso templo junto con un monasterio en el lugar. La construcción del templo se llevó a cabo con mucho esmero y finalmente fue consagrado y completado el 12 de diciembre de 1052.
Tras la consagración del templo, García el de Nájera, en un esfuerzo por enriquecer aún más el lugar sagrado, decidió traer los cuerpos de varios santos de la comarca. Para llevar a cabo este plan, solicitó la aprobación de importantes obispos, entre ellos Sancho de Pamplona, García de Álava y Gómez de Burgos. En el año 1052, García intentó trasladar el cuerpo de San Felices de Bilibio, llegando a un acuerdo para ello con el obispo de Álava. Este obispo, acompañado de un grupo de muchos caballeros, se dirigió a los Riscos de Bilibio para llevar a cabo el traslado. Sin embargo, al abrir la sepultura del santo, ocurrió un evento extraordinario: el obispo sintió que algo lo separaba del túmulo, y sufrió una extraña deformación en su rostro. En ese momento, comenzó una fuerte tormenta que parecía manifestar el descontento del cielo ante el traslado de los restos. Creyendo que había una oposición divina, decidieron marcharse, y se cuenta que el obispo mantuvo la deformación de su cara durante el resto de su vida.
El 29 de mayo de 1053, en un segundo intento de realizar un traslado de restos, esta vez del cuerpo de San Millán, tampoco tuvo éxito. El esfuerzo se encontró con un fenómeno milagroso cuando los bueyes encargados de transportar los restos se negaron rotundamente a continuar con el traslado. Estas experiencias fueron vistas por muchos como señales de los poderes divinos en juego, lo que sumó un aire de misterio y espiritualidad a la historia del reino y de su rica tradición religiosa.
El rey falleció durante la batalla de Atapuerca y fue enterrado a los pies de la Virgen en una cueva que se ha convertido en un lugar significativo. Su sucesor, Sancho IV el Noble, conocido también como Sancho el de Peñalén, completó las obras que habían sido iniciadas anteriormente. Esto marcó un importante cambio en la historia de la región.
Durante el tiempo que Sancho ocupó el trono como Sancho el de Peñalén, el monasterio fue habitado por monjes que pertenecían a la orden de San Isidoro. Estos monjes eran conocidos por practicar el rito visigótico, una tradición religiosa que tenía mucha historia en la península ibérica. Sin embargo, en el año 1067, se llevó a cabo un concilio en el cual se decidió que el rito visigótico sería reemplazado por el ritual romano. Esta decisión representó un importante cambio en las prácticas religiosas de la época.
En el año 1076, Sancho el Noble fue asesinado por dos de sus hermanos, Ramón y Ermisinda, en un lugar llamado Peñalén, que está en la región de Funes, en Navarra. Este asesinato generó un gran revuelo político, y sus primos decidieron dividir el reino de Nájera-Pamplona entre los reinos de Castilla y Aragón. Como resultado de esta división, Nájera pasó a formar parte de la corona de Castilla bajo el reinado de Alfonso VI de León. Posteriormente, también estuvo bajo el dominio del reino de Aragón, que era gobernado por Alfonso I el Batallador. Finalmente, fue Alfonso VII quien se adueñó de estas tierras.
En el año 1045, la conquista de Calahorra se estabilizó de manera definitiva, y poco después, en 1079, la sede episcopal, que había sido establecida en Nájera, se trasladó a esa misma ciudad. Esto contribuyó a la consolidación de la importancia religiosa de la región.
Más adelante, en el año 1134, el reino de Pamplona logró recuperar su independencia del reino de Aragón bajo el liderazgo de García Ramírez. Debido a esta hazaña, García Ramírez fue conocido como el Restaurador, y durante su reinado se abrió un nuevo periodo de enterramientos reales en el convento de Santa María. Tanto él como su familia fueron enterrados allí, agregando más historia a este lugar sagrado.
En el año 1422, se iniciaron las obras de un nuevo templo que tenía el objetivo de reemplazar el antiguo edificio románico. Sin embargo, estas obras no se finalizarían hasta el año 1453. En el año 1486, la abadía logró independizarse de la Orden de Cluny, lo que fue un avance significativo. Durante este periodo, se realizaron importantes reformas en el monasterio: la sillería del coro alto fue instalada en 1493, el refectorio se completó en 1513, y el claustro de los Caballeros fue terminado en 1517. Finalmente, en 1513, la abadía pasó a formar parte de la congregación de San Benito de Valladolid, lo cual consolidó aún más su posición dentro de la comunidad religiosa.
Nájera se ha alineado con los Comuneros, mostrando su apoyo a esta causa. Sin embargo, tras su derrota, la ciudad cayó en manos de las tropas reales, las cuales la sometieron al saqueo, arrasando con muchos de sus bienes y dejando huellas profundas en su historia.
Durante el primer cuarto del siglo XVII, específicamente entre los años 1621 y 1625, se llevó a cabo la construcción de la impresionante portada del templo, que luego se convertiría en uno de los elementos más destacados del conjunto arquitectónico. Más tarde, hacia finales de ese siglo, se instaló el retablo mayor, que se caracteriza por su elaborada decoración y su estilo Barroco, representando un importante símbolo de la época y de la devoción religiosa de los habitantes de Nájera.
El siglo XIX resultó ser un período muy complicado para el conjunto religioso de Santa María la Real de Nájera. En sus primeros años, específicamente durante la Guerra de la Independencia Española, el monasterio enfrentó muchos problemas, incluyendo ataques y saqueos que fueron perpetrados tanto por las tropas francesas como por guerrilleros locales que aprovechaban la situación para llevar a cabo sus propias reivindicaciones.
En el año 1835, como consecuencia de la desamortización impulsada por Mendizábal, un gran número de religiosos fue expulsado del monasterio. Esto llevó a que el edificio quedara deshabitado y sufriera grandes actos de vandalismo, lamentablemente también se produjeron muchos daños y pérdidas significativas en su patrimonio. Durante este tiempo, el edificio fue acondicionado para servir como almacén, escuelas temporales y cuarteles, pasando por varias utilidades que lo alejaron de su propósito original. En 1845, la iglesia reanudó su función como parroquia, continuando de esta manera hasta 1885.
A finales del siglo XIX, en el año 1889, se declaró al conjunto de Santa María la Real de Nájera como Monumento Histórico Artístico Nacional, un reconocimiento que buscaba proteger y conservar este importante patrimonio cultural. Años después, en 1895, una comunidad de frailes franciscanos se estableció en el convento, comenzando así un proceso de recuperación del lugar que había estado en el abandono. Para 1909, el Estado comenzó a hacer aportes para la restauración del monasterio, involucrándose activamente en su rehabilitación. Finalmente, en 1959 se fundó el Patronato de Santa María la Real, el cual contaba con la participación de varias diputaciones como las de Navarra (que desde 1982 pasa a ser el Gobierno de Navarra), Guipúzcoa, Vizcaya, Álava y Logroño (que desde 1982 es el Gobierno de La Rioja), así como del ayuntamiento de Nájera y de la Orden de los Franciscanos, todos trabajando juntos para revitalizar y preservar este
Monasterio de Santa María la Real de Nájera
El claustro y la torre monacal
El Monasterio de Santa María la Real de Nájera es un impresionante edificio que destaca no solo por su tamaño, sino también por la variedad de estilos arquitectónicos que se pueden observar en su exterior. Esta mezcla de estilos es un testimonio de su larga y rica historia, que se remonta a varios siglos atrás. Desde su construcción, las necesidades de defensa han sido primordiales, lo que ha llevado a la construcción de altos muros que protegen el monasterio. Además, los contrafuertes, que son estructuras diseñadas para soportar y reforzar la construcción, también han desempeñado un papel importante, funcionando como bastiones que aumentan la seguridad del lugar. Durante el siglo XVII, se realizaron diversas obras que embellecieron el edificio; esto incluye la decoración elaborada de los muros y las puertas, así como la construcción de la notable torre cuadrangular que se puede ver desde lejos. El pórtico de la iglesia, que también es parte integral de la estructura, fue construido entre los años 1621 y 1625 y constituye un elemento clave en la fachada del monasterio.
Puerta de Carlos I, en gótico flamígero y escudo real con águila bicéfala
Dentro del monasterio, se pueden identificar dos espacios fundamentales que son de gran importancia tanto arquitectónica como histórica: el templo, que alberga el panteón Real, y el claustro, conocido como el claustro de los Caballeros. El acceso a este último se realiza a través de una impresionante entrada conocida como la Puerta de Carlos I. Esta puerta destaca por su estilo Gótico flamígero, ricamente ornamentada con múltiples detalles decorativos. En la parte superior de la puerta, hay un gran escudo real que presenta las armas de Carlos I, así como un águila bicéfala, que simboliza la dualidad de los reinos de España y el Sacro Imperio Romano Germánico. Este escudo fue creado en honor al rey, quien hizo valiosas contribuciones económicas y materiales para la construcción del claustro, asegurando así su finalización.
Cúpula con trampantojo. A la derecha, pasamanos de la escalera Real
Justo al lado de la imponente puerta, comienza la escalera que da acceso al claustro superior. Esta escalera es de estilo renacentista, una época que se caracterizó por la belleza y la armonía en la arquitectura. La escalera está cubierta por una cúpula semiesférica que presenta una decoración excepcional, adornada con casetones pintados en la técnica del trampantojo, que crea la ilusión de una profundidad y detalles tridimensionales. El motivo central de esta decoración es un ave, específicamente un pelícano, que es un símbolo de sacrificio y renacimiento en la iconografía cristiana. Además, en esta cúpula se puede encontrar la fecha de su construcción, que es el año 1594, y esta magnífica escalera es conocida como la Escalera Real, un título que refleja su importancia y grandeur dentro del monasterio.
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