Perfil
Concatedral de Santa María de la Redonda
La Concatedral de Santa María de la Redonda es un importante edificio religioso que se encuentra en el corazón del casco histórico de la ciudad de Logroño, que es una de las principales localidades de la comunidad autónoma de La Rioja, en España. Esta iglesia es reconocida no solo por su arquitectura y su historia, sino también por su papel fundamental en la vida religiosa y cultural de la región. Junto con otras catedrales destacadas de la zona, como la catedral de Calahorra y la catedral de Santo Domingo de La Calzada, la concatedral de Santa María de la Redonda forma un conjunto único y especial en el contexto del catolicismo. Este hecho resulta particularmente interesante, ya que se trata de una diócesis que cuenta con tres sedes catedralicias, lo que es poco común en el ámbito católico. Esto resalta la importancia y el legado religioso de Logroño y sus alrededores, convirtiendo a estas edificaciones en un destino notable para aquellos que desean explorar la rica historia y la devoción religiosa que se ha cultivado a lo largo de los siglos en esta zona de España.
História de la Concatedral de Logroño
En el siglo X, el Camino de Santiago Francés pasa por el río Ebro usando un antiguo puente que fue construido por dos importantes figuras religiosas, Santo Domingo de la Calzada y San Juan de Ortega. Esta construcción tuvo un papel crucial en el establecimiento de una nueva población, la cual, gracias a su desarrollo y el crecimiento de su importancia, fue finalmente reconocida como ciudad en el año mil cuatrocientos treinta y uno.
El rey Alfonso VI de León, en el año mil noventa y cinco, otorgó a esta población un fuero franco, que es un conjunto de derechos y privilegios, para fomentar el asentamiento tanto de nuevos pobladores como de peregrinos que viajaban por el Camino. Con el tiempo, esta población experimentó un notable crecimiento tanto en aspectos civiles como eclesiásticos, y fue en este contexto donde se construyeron varias iglesias significativas, tales como la Iglesia de Santiago el Real, Santa María de Palacio, San Bartolomé y Santa María de la Redonda.
Es interesante destacar que el templo que conocemos hoy en día no fue el primer edificio religioso que se erigió en este lugar. Antes de la construcción actual, ya existía una iglesia románica con una planta que era redonda o poligonal, lo que explica por qué se le llama «La Redonda». En el año mil cuatrocientos treinta y cinco, esta iglesia adquirió el estatus de colegiata al fusionarse con la Iglesia Colegial de San Martín de Albelda. En esta última, se produjeron importantes códices durante la Edad Media, que son valiosos para el estudio de nuestra historia.
Un suceso notable ocurrió el 9 de marzo de mil novecientos cincuenta y nueve, cuando el Papa San Juan XXIII decidió elevar este templo a la categoría de concatedral, un título que subraya su importancia dentro de la diócesis. Esto refleja no solo la riqueza histórica de la iglesia, sino también su continuo papel central en la vida religiosa y cultural de la región.
Arquitectura de la Concatedral de Logroño
La estructura arquitectónica de la concatedral ha sido construida principalmente entre los siglos XVI y XIX, un periodo rico en desarrollo artístico y arquitectónico en España.
Esta impresionante edificación se compone de tres naves bien definidas, un deambulatorio que aporta fluidez al espacio y el trascoro, que incluye la Capilla de los Ángeles. La entrada principal del templo está flanqueada por dos torres gemelas que añaden majestuosidad al conjunto. A lo largo de los muros laterales de la iglesia, se extienden capillas que ayudan a dar forma a la construcción definitiva en las partes norte y sur del templo, creando así un entorno completo y armonioso.
La edificación del cuerpo central se llevó a cabo entre 1516 y 1538, y se caracteriza por su estilo Gótico de los Reyes Católicos. Al alzar la vista en el interior, se puede observar lo que parece un palmeral de piedra, realzado por las columnas cilíndricas que se alzan del suelo, las cuales no tienen nervaduras decorativas. En la parte superior, una elaborada filigrana de ramas se extiende hacia las bóvedas de crucería, creando una sensación de ligereza y elegancia en el espacio.
Durante los siglos XVI y XVII, las capillas laterales fueron completándose y enriqueciendo, convirtiéndose en un verdadero museo de arte religioso. Estas capillas albergan numerosas pinturas y esculturas que representan escenas y figuras religiosas, así como retablos decorativos y rejerías que embellecen aún más el lugar. Muchas de estas imágenes e instalaciones provienen de templos o monasterios que ya no existen, lo que añade una capa de historia y memoria al conjunto.
Uno de los elementos más destacados es la capilla barroca de Nuestra Señora de los Ángeles, que fue construida en 1756. Esta capilla se encuentra acogedoramente junto al pórtico y, sobre todo, se puede admirar el monumental retablo de piedra que adorna la fachada principal del templo. Las dos torres gemelas que flanquean este retablo fueron diseñadas por Martín de Beratúa y se han convertido en el símbolo de la ciudad de Logroño. El diseño de estas torres se inspiró en la torre de la iglesia de Santo Tomás de Haro, y su estilo ha sido replicado en otras localidades de La Rioja, como Santo Domingo de la Calzada, Briones, Oyón y Labraza. Estas torres destacan con su verticalidad en el horizonte, formando parte de lo que se ha denominado el barroco riojano.
Entre las dos torres se puede encontrar una fachada-retablo de piedra, diseñada por el arquitecto Juan Bautista Arbaiza. Esta obra se sitúa sobre la puerta principal y está cerrada por una verja, añadiendo así un toque de seguridad y distinción.
La última gran ampliación arquitectónica del templo se llevó a cabo en el siglo XIX, cuando se construyó el actual deambulatorio en el lado de la cabecera. Esta ampliación no solo busca una continuidad constructiva, sino que también mantiene la estética de la Real Capilla del Santo Cristo, que está vinculada al Obispo Pedro González de Castillo.
El templo está orientado de manera precisa de este a oeste y se sitúa en el corazón del casco antiguo de Logroño. Se abre a lo que solía ser la Plaza del Mercado, que junto con la calle Portales, conserva un rico sabor histórico. Este espacio sigue siendo un lugar vibrante donde la vida social, religiosa y cultural de la ciudad continúa fluyendo, manteniendo viva la conexión entre el pasado y el presente.
Colecciones artísticas de la Concatedral de Logroño
El Calvario de La Rioja de Miguel Ángel Buonarroti
En un lugar destacado del deambulatorio, justo detrás del retablo mayor de la concatedral, se puede encontrar una pequeña pintura al óleo que está hecha sobre una tabla. Esta obra de arte, conocida por muchos como un Calvario, presenta a Cristo en la cruz, pero curiosamente, lo muestra vivo. A su lado, se pueden ver a la Virgen Dolorosa, San Juan Evangelista y María Magdalena. Aunque esta pintura se atribuye a Miguel Ángel Buonarroti, esta atribución proviene del testimonio del obispo Pedro González del Castillo, quien fue la persona que adquirió la obra en un momento determinado de su vida. Sin embargo, es importante mencionar que la autenticidad de la obra como creación de Miguel Ángel no ha sido probada de manera concluyente.
El obispo don Pedro González del Castillo fue un gran humanista y un personaje de considerable importancia en su tiempo. En el siglo XVII decidió construir la Capilla del Santo Cristo, que se ubica justo al lado del altar mayor. Esta capilla, que ha sufrido varias modificaciones a lo largo del tiempo, finalmente dio origen al deambulatorio actual. En su testamento, el obispo dispuso que su lugar de descanso final estuviera en esta capilla, creando un mausoleo donde se le recordaría, así como una estatua orante que fuera un fiel reflejo de su figura. Este prelado, conocido también por su considerable riqueza, realizó numerosos viajes a Roma, donde tuvo la oportunidad de adquirir diversas obras de arte. Su objetivo al hacerlo era incorporar estas valiosas piezas a su capilla, enriqueciendo así el entorno espiritual y artístico del lugar donde descansaría eternamente.
Tablas flamencas de Gillis de Congnet
Gillis Congnet fue un destacado pintor nacido en el año 1542 en la ciudad de Amberes y fallecido en 1599 en Hamburgo. En 1584, realizó una serie de impresionantes tablas en su ciudad natal, Amberes. Esta fecha está documentada claramente en la tarima que se encuentra al pie del cuadro titulado La Anunciación. Las tablas de Congnet llegaron a la iglesia en la que se encuentran actualmente procedentes de la capilla del Señorío de Somalo, que está ubicada cerca de Nájera. Los titulares de estas obras de arte lograron comprarlas en París a principios del siglo XX y luego decidieron colocarlas en su capilla. Más adelante, durante este mismo siglo, tuvieron la generosidad de donarlas a la iglesia de La Redonda. Debido a su reconocida calidad artística y al notar que estaban sufriendo un deterioro significativo, el Museo del Prado, junto con una entidad bancaria, se encargaron de su restauración. Este proceso hizo que la impresionante belleza de estas obras se hiciera aún más evidente.
Las tablas de Congnet comprenden un total de seis obras que miden 131 x 88 centímetros. Estas representan a varios santos y escenas bíblicas: San Pedro, la Resurrección de Cristo, San Juan Bautista, la Anunciación de María, La Epifanía y la Asunción de la Virgen. Además, hay otras tres tablas más pequeñas, cada una de 26,5 x 96 centímetros, que muestran diferentes episodios de la vida de San Francisco de Asís.
En la representación de la Anunciación, pintada de manera primorosa, se pueden reconocer todos los elementos característicos de esta escena tan importante. En el centro de la obra, María se muestra en oración, con un libro abierto colocado junto a su lecho y una canasta llena de labores. Las azucenas que aparecen en el jarrón son un símbolo claro de virginidad. Completan esta hermosa imagen el Espíritu Santo, que se representa en forma de paloma, y el Ángel mensajero, que se muestra en una actitud más cercana a la de bendecir que a la de simplemente anunciar.
En la escena de la Epifanía, la pintura sorprende por la intensa ternura que expresan los rostros y las posturas de los personajes. La obra evoca el estilo del pintor Hieronymus Bosch, especialmente al observar la choza en la que se desarrolla la escena, y también el curioso que se asoma a través de un boquete en la pared, que añade un toque de vida y humanidad a esta representación.
La figura de San Pedro es igualmente impresionante; tiene una fuerza y una autoridad que resultan casi palpables. La llave que sostiene en su mano derecha parece más bien un símbolo de poder, asemejándose a una espada o un cetro. Las formas del cuerpo de San Pedro, que se adivinan bajo su túnica, nos recuerdan a las obras de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina. En el fondo, a los lados de la figura de San Pedro, se pueden observar escenas que representan tanto su vocación como su martirio, lo que enriquece aún más la narrativa visual de la obra.
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