Monasterio de Santa María la Real de Irache
El Monasterio de Irache que en euskera se conoce como Iratxeko monasterioa es un destacado conjunto monacal que se encuentra en la localidad de Ayegui, la cual pertenece a la Merindad de Estella en Navarra, situada en el norte de España. Este monasterio tiene un pasado que no está completamente claro, pero se cree que sus orígenes podrían datar del siglo octavo. Hay conjecturas que sugieren que pudo haber sido fundado por el rey Sancho Garcés I de Pamplona. A lo largo de los años, se han encontrado varios elementos arquitectónicos que han sido conservados y que comprovanzan la existencia del monasterio durante el siglo once. En este periodo, el monasterio recibió numerosas donaciones que ayudaron a su crecimiento y prosperidad.
A lo largo de su historia, el monasterio fue administrado por la orden benedictina, que es conocida por su dedicación a la vida monástica y a la oración. La comunidad benedictina se caracterizaba por su compromiso con la disciplina, la educación y la hospitalidad, lo cual tuvo un impacto significativo en la cultura de la región. Además, el monasterio de Irache se ha convertido en un lugar emblemático, no solo por su contribución espiritual, sino también por su patrimonio arquitectónico y cultural.
La Iglesia católica también celebra la festividad de la advocación asociada a este monasterio el día 8 de septiembre, lo que resalta su importancia en el ámbito religioso. Durante esta celebración, los fieles y visitantes pueden rendir homenaje y reconocer la historia y el legado que el monasterio ha dejado a lo largo de los siglos.
Este lugar es uno de los conjuntos monumentales más destacados de la Comunidad Foral de Navarra y se ha mantenido en un estado notablemente bueno a lo largo del tiempo. A diferencia de otros importantes monumentos, como el monasterio de la Oliva o el cercano monasterio de Iranzu, esta iglesia nunca fue abandonada. Este cuidado constante ha sido crucial para evitar su ruina y pérdida. La iglesia está estratégicamente situada junto al Camino de Santiago, cerca de la ciudad de Estella y al pie de la montaña conocida como Montejurra. Su estructura está compuesta por varios edificios que han sido añadidos o renovados en diferentes épocas, lo que da lugar a una combinación de estilos arquitectónicos. Se pueden observar elementos que van desde el estilo románico, que se puede ver en las partes más antiguas de la iglesia del siglo XII, hasta el estilo cisterciense, que se revela en diversas secciones, sumándose al plateresco que se encuentra en el claustro y el estilo herreriano que caracteriza la torre.
En cuanto a los bienes muebles que se encuentran en el interior de la iglesia, como imágenes sagradas y retablos, gran parte de estos elementos fueron trasladados a la iglesia parroquial de Dicastillo durante la desamortización de Mendizábal en 1836. Entre ellos se incluye la talla original de la titular de la iglesia, Santa María la Real de Irache. Sin embargo, la trágica primera guerra carlista tuvo consecuencias desastrosas para la parroquia de Dicastillo, ya que un incendio destruyó todo su mobiliario y los tesoros que allí se guardaban.
A lo largo de su historia, la iglesia ha desempeñado diversas funciones. Inicialmente, sirvió como hospital jacobeo, un lugar de descanso y cuidado para los peregrinos. Desde 1569 hasta 1824, también fue sede de una universidad, contribuyendo así al ámbito educativo de la región. Durante las Guerras Carlistas, el lugar se utilizó temporalmente como hospital de sangre, atendiendo a los heridos. Posteriormente, entre 1885 y 1984, se volvió a enfocar en la educación, esta vez como un centro de formación para los escolapios. Sin embargo, hay un periodo notablemente oscuro en la historia de este edificio. Entre, al menos, 1937 y 1939, fue utilizado como un campo de concentración durante el régimen franquista, lo que representa una parte trágica de su legado. Desde 1985, el edificio ha permanecido sin uso regular ni actividad significativa.
En 2005, se tomó la decisión de ceder el edificio de manera gratuita por parte del Gobierno de Navarra, que es el propietario del mismo, a la Administración del Estado, con la intención de transformarlo en un Parador Nacional. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos, este proyecto turístico no avanzó y permaneció estancado durante catorce años. Finalmente, en 2020, se iniciaron los trámites necesarios para que el edificio pudiera ser devuelto a la Comunidad Foral de Navarra, lo que abre un nuevo capítulo en su ya rica historia.
Contexto geográfico Monasterio de Irache
Al igual que sucede con otros monasterios en diferentes lugares, la ubicación geográfica y estratégica de este monasterio tiene diversas razones que explican su elección. Se encuentra en una zona elevada en relación con el cauce del río Ega, lo cual no solo facilita la supervisión y el control de los terrenos agrícolas que son muy fértiles en la vega fluvial, sino que también proporciona un acceso más fácil a estos recursos valiosos.
La localización en el piedemonte de Montejurra es especialmente ventajosa ya que cuenta con abundantes pastos y acceso a madera, además de tener agua disponible que proviene de varias fuentes, arroyos y manantiales que forman parte del drenaje natural de Montejurra y del diapiro de Estella. Este acceso al agua y a los recursos naturales es esencial para la vida diaria y el sustento del monasterio.
Asimismo, la elección del lugar está influenciada por la conexión a las principales rutas de comunicación de la época. Se sitúa estratégicamente sobre la antigua vía romana que unía Iacca, lo que hoy conocemos como Jaca, con Vareia, actualmente Logroño. Este monasterio está a solo 2 kilómetros de Estella, lo que lo ubica de manera conveniente a mitad de camino entre las ciudades de Pamplona y Logroño. Es importante considerar que, además de ser un punto de referencia en el Camino de Santiago, esta localización también respondía a los intereses de la monarquía pamplonesa, especialmente durante el período en que tenía posesiones reales en la región que hoy ocupa La Rioja, un territorio que fue de gran importancia principalmente entre los siglos IX y XI.
Sin embargo, esta situación de preponderancia empezó a cambiar a finales del siglo XI. Con la aparición de Estella, que estaba habitada por un grupo de vecinos francos, se desarrolló rápidamente durante el siglo XII. Este crecimiento le permitió consolidarse como un próspero centro urbano y económico. Además, se convirtió en un punto clave y obligado en la ruta del Camino de Santiago Francés, lo cual no solo incrementó su relevancia sino que también transformó el paisaje social y económico de la región.
Historia Monasterio de Irache
Edad Media
A lo largo del siglo diecisiete, el cronista benedictino conocido como fray Antonio de Yepes sostuvo que el origen del monasterio se remonta a la época visigoda. Sin embargo, hasta la fecha no se han encontrado evidencias escritas ni arqueológicas que respalden esta afirmación, lo que ha llevado a un debate sobre la verdadera historia de este lugar.
Expansión: 958-1225
Las primeras referencias documentadas sobre el Monasterio de Irache aparecen en el año 958. Se considera que fue fundado por Sancho Garcés I en el año 908, después de su victoria en la conquista del castillo de Monjardín, el cual anteriormente se conocía como el castillo de San Esteban.
Durante el siglo once, el monasterio comenzó a adquirir gran relevancia, logrando expandir sus posesiones a través de donaciones, así como por la incorporación de otros monasterios bajo su autoridad. Su ubicación estratégica, en pleno Camino de Santiago y en el centro del reino de Pamplona, casi a mitad de camino entre Pamplona y Nájera, contribuyó significativamente a su importancia histórica y religiosa.
Entre los años 1052 y 1054, por orden de García Sánchez III, también conocido como el de Nájera, se construyó el primer hospital de peregrinos del reino, lo cual marcó un hito en la atención a los viajeros que transitaban por esta ruta tan crucial. El monasterio alcanzó su esplendor en el siglo once, bajo el largo abadiato de San Veremundo, durante el cual se sucedieron numerosas donaciones que sirvieron para engrandecer aún más el cenobio. En el año 1061, Sancho IV de Peñalén formalizó dos donaciones mencionando el lugar de culto con el respeto debido, refiriéndose a «Sancte Marie ad cuius honorem ecclesia edita est et monasterium quod dicitur Yraç.»
Entre los siglos doce y trece, se llevó a cabo la construcción de la iglesia actual, que reemplazó a la anterior y que se ha convertido en un símbolo del monasterio. Aunque la importancia asistencial del monasterio en el contexto jacobeo comenzó a mermar con el crecimiento de Estella, es importante señalar que el desarrollo de esta ciudad fue de la mano con el aumento de las rentas obtenidas por Irache. Así fue que en el año 1187, Sancho el Sabio decidió donar la iglesia de San Juan de Estella al monasterio, demostrando la unión entre estas instituciones. El monasterio de Irache debió de experimentar en el último tercio del siglo doce y en la primera mitad del trece un segundo florecimiento, especialmente en términos económicos, lo que facilitó la finalización de la actual iglesia abacial.
El monasterio había sido dirigido por la Orden Benedictina a lo largo de su historia. A partir del segundo tercio del siglo quince y hasta el año 1522, el monasterio tuvo como líderes a los abades comendatarios, que eran personas que residían fuera de la abadía y que, en muchos casos, estaban más interesados en la recaudación de las rentas que en el bienestar de la comunidad monástica. Esto resultó en un descuido y una desatención a la vida monástica, lo cual dejó una huella negativa en el monasterio que se vio reflejada en la crisis que enfrentó el reino de Navarra. Por desgracia, Irache no quedó al margen de esta situación y sufrió las consecuencias de la guerra civil entre los agramonteses y los beaumonteses, lo que provocó que la mayoría de los monjes tuvieran que huir.
Edad Moderna: la Universidad Real de Irache
La historia de la Universidad Real de Irache comienza con la reforma benedictina que tuvo lugar en el año 1390 en Castilla, específicamente en un lugar llamado San Benito de Valladolid. Esta reforma es un punto clave en la transformación de la vida monástica y se extiende a diferentes monasterios de la región. El 24 de abril de 1522, esta reforma llega al venerable monasterio de Irache. Esta llegada significa una importante renovación de la comunidad que allí reside, marcando el inicio de un nuevo capítulo en su historia. Además, desde el 9 de diciembre de 1531, el monasterio se incorpora a la Congregación de San Benito de Valladolid, lo que le proporciona un marco más amplio para su funcionamiento y desarrollo.
El 25 de septiembre de 1531, el general de esta congregación, un individuo llamado Alonso del Toro, toma posesión del monasterio de Irache. Este momento es significativo ya que marca la consolidación de la estructura de liderazgo en el monasterio. Alonso del Toro nombra a un burgalés, Francisco de Orense, como abad trienal, lo que le otorga un importante derecho de asiento en el capítulo general de Valladolid. Este abad tiene también un lugar especial en la representación política, recibiendo el derecho a voto en las Cortes de Navarra, lo que indica la relevancia del monasterio en los asuntos tanto religiosos como civiles de la región.
Entre los años 1539 y 1544, ya hay indicios de que en este lugar funcionaba un Colegio de Artes y Teología, lo que señala un ambiente académico en desarrollo. Este pequeño colegio sentará las bases para lo que se convertirá en la Universidad de Irache, que se establece formalmente en 1569. Uno de los eventos clave para la fundación de la universidad es un acto realizado en 1534 cuando el Papa Clemente VII le concede al monasterio de San Facundo, ubicado en Sahagún, la facultad de otorgar grados académicos. Este acto es un hito importante que fomenta el ámbito académico del monasterio.
La creación de la universidad se ve impulsada por dos circunstancias importantes. En primer lugar, Felipe II toma la decisión de prohibir a los estudiantes salir al extranjero para realizar sus estudios y obtener sus grados académicos. Esta prohibición se suma a la situación en Navarra y en las Provincias Vascongadas, donde no había una universidad que sirviera a los estudiantes de la región. Ante esta situación, Felipe II solicita a los benedictinos que trasladen su universidad de Sahagún a Irache. Los benedictinos aceptan esta solicitud, y el Papa Paulo V aprueba oficialmente la traslado en 1605, lo que facilita aún más el desarrollo educativo en Navarra.
En segundo lugar, durante el siglo XVI, las Cortes de Navarra registran varias propuestas e iniciativas que buscan la creación de una universidad en el reino, lo que refleja el deseo de la población local de tener acceso a una educación superior dentro de su propia región.
Pocos años después de su fundación, la universidad recibe el estatus de Universidad Pontificia en el año 1616, gracias a la intervención del Papa Paulo V, y en 1665, Felipe IV confirma este estatus. Esto significa que la Universidad de Irache se convierte en la primera universidad que ha existido en la Comunidad Foral de Navarra, un hecho que la posiciona como un importante centro de educación superior en la región.
Inicialmente, como universidad menor, logró obtener el reconocimiento de diferentes grados académicos por parte de la Universidad mayor de Salamanca, una de las universidades más prestigiosas de España. La Universidad de Irache se constituyó con cinco facultades principales: teología, filosofía, derecho canónico, derecho civil y medicina. De estas facultades, las tres primeras, que son teología, filosofía y derecho canónico, fueron las que más se cultivaron, al igual que las lenguas clásicas y semíticas. La historia también se convirtió en una parte importante del currículo. Además, la imprenta que pertenecía a la universidad desempeñó un papel fundamental en la difusión del conocimiento y de las obras que se producían en su seno.
Sin embargo, después de un periodo de gran auge y desarrollo durante el siglo XVII, la universidad comienza a decaer a inicios del siglo XIX. Este declive culmina con su cierre en el año 1807, una decisión que fue tomada por el rey Carlos IV, marcando así un final a una etapa importante en la historia de la educación en Navarra y en España.
Etapa contemporánea: hospital de guerra
El Monasterio de Irache tiene una historia rica y compleja, especialmente durante los períodos de conflicto en los que fue utilizado como hospital de guerra. El ejército de Napoleón, tras la expulsión de los monjes que habitaban el lugar, convirtió este monasterio en un hospital para atender a los heridos. Después de la Guerra de la Independencia, los monjes pudieron regresar a su hogar en el año 1820, recuperando así su vida monástica normal.
En el contexto de las Guerras Carlistas, que tuvieron lugar en el siglo XIX, el monasterio tuvo un papel significativo nuevamente. Fernando VII reintegró el convento a la vida monástica en 1824, sin embargo, esta situación cambió en 1839 con el final de la Primera Guerra Carlista, momento en el que el monasterio quedó deshabitado y en un estado de abandono. Durante esta primera guerra, el lugar actuó como un hospital de sangre donde se atendieron a muchos heridos carlistas. En el año 1836, el Estado decidió llevar a cabo algunas reparaciones en el monasterio, pero luego, cuando la vida monástica se cerró, se entregaron a la iglesia de Dicastillo retablos y la imagen de la Virgen de Irache. Esto se hizo como una forma de compensar las pérdidas que esta parroquia había sufrido durante el conflicto.
Más adelante, durante la Tercera Guerra Carlista, el monasterio fue utilizado de nuevo como hospital, esta vez bajo la gestión de La Caridad, una organización que estaba dirigida por Margarita de Borbón-Parma, quien era la esposa del pretendiente. A lo largo de los años, el monasterio pasó a ser propiedad del Estado y, el 24 de abril de 1877, fue declarado monumento histórico-artístico. En 1887, el conjunto del monasterio fue cedido a la Orden de las Escuelas Pías, que lo utilizó como noviciado y colegio hasta que cerró sus puertas en 1984.
En el contexto de la Guerra Civil Española, el monasterio, que había tenido una historia de servicio humanitario y educativo, fue requisado por el bando sublevado. A partir de ese momento, se convirtió en un campo de concentración para prisioneros republicanos, un destino trágico que marcó su historia. En mayo de 1939, ya con la guerra finalizada, el monasterio todavía estaba cumpliendo esta lamentable función, reflejando así las sombras y los desafíos que ha enfrentado a lo largo de su historia.
Proyecto turístico
En el año 1986, este proyecto turístico comenzó a depender del Gobierno de Navarra, lo que marcó el inicio de una nueva etapa en su desarrollo y gestión. Posteriormente, el 10 de abril de 2006, el Gobierno de Navarra tomó una decisión importante y acordó ceder el proyecto al Instituto de Turismo de España. Esta decisión fue aceptada por la Dirección General del Patrimonio del Estado el 30 de octubre de ese mismo año. La intención detrás de esta cesión era facilitar la construcción de un Parador Nacional en la región de Navarra, un lugar que tiene un gran valor cultural y turístico.
El acuerdo incluía la cesión del conjunto monacal, que es un grupo de edificios relacionados con la vida religiosa y cultural, pero se excluía de la cesión la iglesia y la sacristía, que son partes importantes y sagradas del complejo. Además, también se cedió una finca cercana que abarca un área de 5019 metros cuadrados. Este acuerdo de cesión era válido por un periodo de cincuenta años, y se estableció la posibilidad de prorrogarlo por otros cincuenta años más si así se consideraba necesario. Esta acción se enmarcaba dentro de un esfuerzo más amplio por dotar a la ruta del Camino de Santiago de alojamientos de calidad, lo cual es fundamental para los peregrinos y turistas que visitan la región en busca de espiritualidad y belleza natural.
Sin embargo, a pesar de las buenas intenciones y los planes que se habían hecho para el parador, el proyecto finalmente no se llevó a cabo como se había previsto. A lo largo de los años, las circunstancias cambiaron, y en el año 2020, la Administración central decidió devolver el inmueble al Gobierno de Navarra. Esta decisión marcó un nuevo capítulo en la historia del lugar y dejó abierta la posibilidad de futuros proyectos que puedan aprovechar el potencial turístico y cultural de la zona.
Entre la realidad y la leyenda: San Veremundo
Una de las leyendas más interesantes que se relacionan con el monasterio de Irache tiene como figura central a uno de sus abades, conocido como San Veremundo. Este abad vivió entre los años 1056 y 1098, y su festividad se celebra anualmente el 8 de marzo. La historia de San Veremundo es fascinante y se entrelaza con eventos significativos de la época en que vivió. Unos años antes de que él asumiera su cargo como abad, se había fundado un hospital destinado a los peregrinos que transitaban por el Camino de Santiago. Este hospital alcanzó gran relevancia y se mantuvo activo hasta el año 1090.
El rey Sancho IV de Peñalén, quien era contemporáneo de San Veremundo, fue una figura clave en el crecimiento de la comunidad monástica de Irache. A través de generosas donaciones, Sancho IV amplió considerablemente la influencia y el dominio del monasterio. En total, se le otorgaron al monasterio 12 pequeños monasterios, 3 iglesias y 6 villas, todo esto traspasando el control real directo a manos de la comunidad del cenobio. Además, a estas donaciones se sumaron otras que fueron ofrecidas por particulares, lo que resultó en un notable crecimiento de la comunidad de Irache durante el tiempo que San Veremundo estuvo al mando. Durante su gobierno, el número de monasteriolos e iglesias bajo su dominio se quintuplicó, mientras que el número de villas se triplicó, mostrando así la importancia que tuvo esta figura en la historia del lugar.
La leyenda también relata una anécdota conmovedora sobre San Veremundo. Se dice que, en desacuerdo con las normas establecidas por la congregación a la que pertenecía, el abad solía llevar de forma clandestina alimentos a los peregrinos que se detenían en el hospital monacal. Para evitar ser descubierto, escondía cuidadosamente las provisiones bajo sus hábitos. En ocasiones, cuando otros hermanos del monasterio le preguntaban qué llevaba y le insistían para que mostrara su carga, algo sorprendente sucedía: los alimentos que tenía se transformaban en flores o en leña. Este acto de generosidad y sacrificio personal destacó la devoción de San Veremundo hacia aquellos que necesitaban ayuda en su camino hacia Santiago de Compostela.
Además, justo al lado del monasterio se encuentran las famosas Bodegas de Irache. Estas bodegas se abastecen de los viñedos que rodean el bello conjunto monástico. Lo notable de estas bodegas es que han realizado modificaciones en uno de los caños de la fuente situada en la plaza. Gracias a estas reformas, uno de los caños ahora mana vino, mientras que el otro continúa proporcionando agua fresca. Esta peculiaridad no solo añade un atractivo turístico al lugar, sino que también simboliza la rica tradición vinícola de Irache, que se ha mantenido a lo largo de los siglos, complementando así la historia y la leyenda que giran en torno a San Veremundo y su legado en esta región.
Conjunto monumental Monasterio de Santa María la Real de Irache
El conjunto monumental que se aprecia en este lugar es realmente impresionante y está formado por varios elementos arquitectónicos que se complementan entre sí. En el centro se encuentra la iglesia, la cual está acompañada por un atrio que se sitúa justo frente a la portada oeste y la torre que la eleva. Este complejo también incluye un claustro, con un sobreclaustro al sur, así como otro al oeste que es conocido como el claustro nuevo. Además, en este conjunto destacan la sacristía, la sala capitular y el refectorio. En total, este monumento ocupa una amplia superficie de 6905 metros cuadrados, de los cuales 1073 metros cuadrados pertenecen exclusivamente a la iglesia. Esta disposición no solo resalta la magnitud del espacio dedicado a la práctica religiosa, sino también la integración de diferentes áreas que son esenciales para el funcionamiento del monasterio en su conjunto.
Restauraciones Monasterio de Irache
Como suele ocurrir con los monumentos de gran relevancia histórica y arquitectónica, esta construcción ha sido objeto de diversas restauraciones a lo largo de los años. Las más significativas abarcan varios periodos: desde las que tuvieron lugar entre 1976 y 1982, que afectaron a la cabecera, hasta las realizadas en 1995 y 1996 en la torre. También se llevaron a cabo trabajos en el cimborrio y en el transepto norte entre 1996 y 1998, así como en el transepto sur entre 1999 y 2000. Las cubiertas de la nave norte fueron restauradas en el año 2000, seguidas de la fachada occidental, el atrio y el tramo más occidental del interior entre 2002 y 2003. La restauración de las cubiertas del resto de las naves se finalizó en 2016. En los últimos años, se han realizado trabajos más recientes, culminando en noviembre de 2018. Estas intervenciones se han centrado en los muros y las bóvedas del interior de la iglesia. Entre julio de 2019 y julio de 2020, se llevaron a cabo nuevas acciones que incluyeron excavaciones arqueológicas. Estas excavaciones proporcionaron datos valiosos que confirmaron la existencia de estructuras anteriores al monumento actual. A través de un sondeo geofísico, se descubrieron indicios de una iglesia de menor tamaño, que poseía un diseño con triple ábside. Esta antigua estructura habría ocupado el área del actual crucero, así como los dos primeros tramos de la nave central. Al realizar la excavación se encontraron bases de dos edificaciones que existieron anteriormente, una del siglo XI y otra del siglo X, además de restos aún más antiguos, como una necrópolis cristiana que data entre los siglos V y VII.
Iglesia Monasterio de Irache
La iglesia abacial, que se construyó en el siglo XII, fue levantada sobre una estructura anterior. Esta iglesia presenta una cabecera en estilo románico y un cuerpo que adopta características cistercienses. Su planta tiene una forma de cruz latina y consta de tres naves de tres tramos, en las cuales los tramos de la nave central son cuadrados. La nave central es más amplia, con el doble de anchura que las laterales, y termina en un ábside triple de forma semicircular. La construcción de este templo se extendió hasta entrado el siglo XIII, lo que explica la fuerte influencia cisterciense que se aprecia, inspirada en la arquitectura de Santo Domingo de la Calzada en La Rioja. En este templo, se puede observar una proporción de uno a cuatro en el módulo entre la nave central y las laterales, similar a la que se encuentra en la iglesia de Santa María la Real de Sangüesa, que fue edificado aproximadamente en la misma época.
Los pilares de la iglesia son de gran tamaño y tienen una forma cruciforme, adoptando un orden gigante. Estos pilares están adornados con medias columnas adosadas en sus frentes, que sostienen arcos mediante capiteles de estilo cisterciense. Estos arcos soportan las bóvedas de crucería que, en sus claves, exhiben elaborados medallones. Las bóvedas son de forma ovijales y se apoyan en los pilares cruciformes que presentan pares de medias columnas en sus frentes. La nave central, robusta y amplia, descansa sobre grandes columnas que reciben directamente los arcos. Al pie de la nave central, se encuentran tribunas que están situadas bajo arcos apuntados, con óculos que se abren en parejas en sus muros.
Dentro del crucero, que mantiene la misma altura que la nave central, los nervios que sostienen la bóveda se apoyan sobre ménsulas decoradas con cabezas esculpidas y motivos vegetales. Este espacio está cubierto con una cúpula de media naranja que reemplazó al cimborrio original a finales del siglo XVI o principios del XVII. De esa construcción original, se conservan los capiteles que lo sustentaban, uno en cada ángulo. Estos capiteles están bellamente enmarcados por dos cabezas, una en la parte superior y otra en la inferior, que sostienen figuras que simbolizan a los cuatro evangelistas. Abajo de estas figuras están las columnas que soportan el conjunto, que se asientan sobre pedestales prismáticos con bases circulares.
El ábside, que está formado por tres tramos semicirculares que corresponden a las naves, tiene los laterales cubiertos por bóvedas de un cuarto de esfera, mientras que el ábside central cuenta con una bóveda de cañón que culmina en una bóveda de horno. Este tramo central destaca por su ornamentación, con capiteles decorados con motivos historiales que representan escenas y figuras. El acceso se realiza a través de un arco del triunfo doble que se descarga en columnas individuales de orden gigante, que son más delgadas en comparación con las de las naves. Unas impostas, adornadas con diversos motivos como tacos y patrones vegetales en círculos y puntas de diamante, dividen el lienzo semicircular del tramo central del ábside en tres subtramos. Estas impostas continúan en los brazos del crucero. En el subtramo superior se alternan arquillos de medio punto ciegos con óculos, mientras que en el subtramo medio se encuentran arcos de medio punto que ostentan tres arquivoltas, las cuales se apoyan sobre capiteles adornados con escenas y que descansa sobre pilastras en los laterales y columnas en la parte central. En este subtramo hay tres ventanas abocinadas, situadas entre los arcos ciegos. El subtramo inferior es más austero y liso, con la presencia de una hornacina.
Los ábsides laterales son más simples, con ventanas abocinadas de medio punto, y sus capiteles también están decorados con motivos vegetales e historiales.
Las naves laterales cuentan con ventanas apuntadas que permiten la entrada de luz al interior del templo. En el crucero, en el lado este, se destaca un rosetón, y frente a él hay una ventana en arco de medio punto que también contribuye a la iluminación del espacio.
Finalmente, esta iglesia posee dos portadas románicas en las que se pueden apreciar motivos historiales de gran relevancia. La puerta que conecta el templo con el claustro, conocida como la puerta Preciosa, está ricamente decorada con imágenes del Salvador y la Virgen María, que añaden un toque espiritual y artístico a esta ya magnificente estructura.
Portadas Monasterio de Irache
La portada situada en el lado oeste de la iglesia es una obra que data del siglo XIII. En esta época, se puede observar cómo el estilo románico, que había predominado anteriormente, empieza a dar paso a elementos que caracterizan el estilo gótico. Esta transición es visible en la forma de sus arcos, que son claramente apuntados. En el centro de la entrada se halla un crismón que adorna el arco principal, y justo encima de él se pueden contar cinco arquivoltas, todas ellas sin adornos, que descansan sobre pilastras que se encuentran en las jambas de la estructura. Cada lado del acceso está flanqueado por cuatro columnas, cuyas bases están decoradas con motivos vegetales que son característicos del estilo cisterciense.
La portada que se ubica en el lado norte, que recibe el nombre de San Pedro, formativa de un conjunto de cinco arquivoltas que se apoyan en columnas con capiteles. Estos capiteles, que pertenecen al siglo XII, se encuentran bastante deteriorados, pero a pesar de su estado, se pueden identificar algunos temas representativos. Entre estos se destacan escenas de combates entre centauros y jinetes, representaciones de animales fantásticos, palmetas, arpías, así como una imagen que ilustra el sueño de San Martín y el momento en el que reparte su capa con un pobre. En la clave del primer arco, se puede ver nuevamente un crismón.
Exterior Monasterio de Irache
En cuanto al exterior del ábside, este refleja de manera fiel la geometría que se puede apreciar en el interior del edificio. La estructura presenta tres semicírculos, siendo el del centro el de mayor tamaño. Este último se divide en siete tramos o lienzos a través de robustos contrafuertes que brindan soporte a la construcción. En esta parte del edificio se pueden observar las ventanas y los óculos. La cornisa que se encuentra en lo alto está adornada con una serie de canecillos que muestran diferentes motivos: hay cabezas tanto monstruosas como humanas, así como animales reales y representaciones de flora. Algunos arcos que se encuentran en esta sección están apoyados en ménsulas que están decoradas de manera similar a los canecillos. Los laterales del ábside son más bajos y están divididos mediante medias columnas adosadas. Los capiteles de estas columnas están ornamentados con motivos que cuentan historias y también presentan el estilo cisterciense en su decoración.
Sobre la intersección del crucero se eleva una cúpula con forma de media naranja, y también hay un cimborrio octogonal que está decorado con cuerpos semicilíndricos y cubiertas cónicas junto a pequeñas columnillas. En el centro de los óvulos se abre un vano en forma de medio punto, que es alargado y estrecho. A la derecha de la entrada oeste se localiza una torre que presenta un estilo herreriano y que se construyó durante el siglo XVII.
Tetramorfos Monasterio de Irache
Uno de los elementos más destacados y singulares que se han conservado en este monumento histórico son las esculturas del tetramorfos que sostienen la cúpula del cimborrio. Según la descripción realizada por José Esteban Uranga en 1942, estas figuras están situadas en los cuatro ángulos del crucero, justo a la altura de los capiteles sobre los que se apoyan los arcos torales. En cada esquina se eleva un fuste de columnilla, con su base correspondiente. En la parte superior de cada columna hay un bello capitel románico que presenta grandes hojas finamente labradas. Encima de estos capiteles, descansan las figuras de los cuatro evangelistas, trabajadas en alto relieve y casi a tamaño natural, terminando en las cabezas de los animales simbólicos que los representan. Sobre cada uno de estos animales, emergen dos cabezas humanas, una a cada lado de la del evangelista. Inmediatamente encima se ubica una especie de gran capitel adornado con enormes hojas, y sobre este, una imposta que sostiene otras dos cabezas humanas en sus extremos, desde las que surgen sendos arcos de platabanda sencilla. Sin embargo, la obra ha sufrido daños, lo que se manifiesta en la destrucción de la antigua cúpula que una vez existió. Estas figuras son descritas como gigantescas, hieráticas e imponentes, diseñadas para provocar visiones apocalípticas en quienes las observan.
El conjunto que se conserva en Irache tiene un notable paralelismo con el labrado que se puede encontrar en Armentia, en Álava, específicamente en la Basílica de San Prudencio. En ambos lugares, la representación del tetramorfo sigue un esquema similar, presentando cuerpos humanos, cabezas simbólicas y alas. Esta combinación de lo gigantesco con lo monstruoso en la representación queda en evidencia; solamente el personaje humano de Mateo proporciona un contrapunto, mientras que los otros parecen romper con el orden natural al sustituir la cabeza humana por una de animal. Esta hibridación no puede considerarse como una representación literal de los textos bíblicos o patrísticos, sino que puede interpretarse como un eco de viejas tradiciones orientales y, sin duda, influenciada por elementos del inconsciente colectivo.
En un análisis artístico más detallado, el profesor Martínez Álava destaca que lo más característico en estas figuras es que son algo más grandes que el tamaño natural y representan al tetramorfos de una manera única. Las cabezas simbólicas de los evangelistas individualizan los cuerpos alados que se asemejan a ángeles. La composición de estas esculturas es plana y frontal, adaptándose a la forma del sillar prismático en el que están labradas. Al apoyar esta observación en las afirmaciones de la profesora Fernández-Ladreda, menciona que el escultor utilizó solamente dos modelos en lo que respecta a la disposición de los pliegues: uno para definir los cuerpos de San Juan y San Marcos, y otro para San Lucas y San Mateo. Estos modelos buscan representar la volumetría mediante el uso de óvalos y líneas incisas que se integran a la figura total. Este mismo estilo también se puede observar en el tratamiento de los ropajes de las claves. Las cabezas de los animales, aunque similares a las representaciones del ábside, en particular el águila, muestran una menor personalidad. Las alas están elaboradas de manera diversa, coincidiendo con los plumajes que se han descrito anteriormente en las claves de los ángeles o en la portada de San Pedro. Es probable que la figura de San Lucas, que ha sufrido un considerable deterioro, sea la menos bien lograda de las cuatro, ya que es más estrecha y presenta una deformidad en la representación de las manos y la postura de los brazos, con pliegues que parecen rutinarios y geometrizados. En cambio, las otras tres figuras son más proporcionadas y tienen un estilo más naturalista.
Retablos
En la actualidad, los retablos forman parte de la iglesia de San Celedonio y San Emeterio, que se encuentra en el pueblo de Dicastillo. Este lugar tiene una historia rica y notable, especialmente porque se debatió durante eventos difíciles conocidos como las carlistadas. En total, se trasladaron cinco retablos a la parroquia de Dicastillo, uno de los lugares que sufrió gravemente durante uno de los episodios más devastadores de este conflicto, específicamente bajo el trágico incendio que ocurrió el 15 de octubre de 1839. Este incendio afectó de manera considerable la iglesia y los bienes que allí se encontraban. El altar mayor de la iglesia, que originalmente estaba dedicado a San Veremundo, un abad de Irache, experimentó un cambio importante en su devoción. Pasó a estar dedicado a la Virgen del Rosario, lo que implicó el intercambio de las imágenes representativas de ambos santos. De manera similar, el altar que estaba destinado a San Benito también fue transformado. Al llegar a Dicastillo, este altar fue sustituido por imágenes de San Emeterio y San Celedonio, quienes también tienen una importante influencia en la región.
Claustro viejo
Irache cuenta con la presencia de dos claustros que enriquecen su arquitectura y su historia. Uno de ellos es el claustro viejo, que se ubica en la parte sur del complejo, mientras que el claustro nuevo se halla en la parte oeste. El claustro viejo está conectado a la iglesia a través de una puerta conocida como la puerta Preciosa. Esta puerta es una obra destacada del estilo plateresco y data del siglo dieciseis. Fue realizada por el reconocido arquitecto Martín de Oyarzábal. La puerta Preciosa, que se construyó al mismo tiempo que el resto del claustro, es atribuida a Juan de Aguirre, quien también fue un destacado arquitecto. Esta magnífica entrada no solo es funcional sino que también representa un importante elemento artístico del periodo en que fue creada.
Claustro nuevo
En cuanto al claustro nuevo, su construcción se llevó a cabo en el siglo diecisiete. Sin embargo, en el siglo diecinueve, este espacio se vio afectado por una edificación que lo dividió, resultando en dos patios distintos; uno de forma cuadrada y otro rectangular. Esta modificación no solo transformó la disposición del espacio, sino que también añadió una nueva capa a la función y uso de los claustros en la vida cotidiana de la comunidad religiosa y académica.
Otros edificios
Además de la torre y el claustro nuevo, durante el mismo periodo de construcción se llevaron a cabo otras edificaciones necesarias para dar apoyo a la Universidad de Irache. Todas estas estructuras se caracterizan por su estilo herreriano, que resalta la estética sobria y elegante típica de este movimiento arquitectónico. Los edificios que surgieron alrededor de la universidad no solo cumplían con fines educativos sino que también se integraban armoniosamente al paisaje arquitectónico de Irache, reflejando la importancia de la educación y la espiritualidad en esta región.
Santa María la Real de Irache
Santa María la Real de Irache es una de las imágenes más representativas y destacadas de la escultura religiosa de Navarra. Este notable objeto artístico se considera, con mucha probabilidad, la imagen mariana más antigua que se puede encontrar en toda la región de Navarra. Junto a su famosa «hermana gemela», conocida como Santa María la Real de Pamplona, estas dos imágenes han dado lugar a un amplio conjunto de representaciones marianas, las cuales están profundamente inspiradas en ellas. Este conjunto de figuras es reconocido como el más importante y abundante dentro de la tradición de la imaginería medieval dedicada a la Virgen María.
Esta imagen de Santa María la Real de Irache responde a un tipo iconográfico conocido como Sedes sapientiae, cuya traducción al español sería «Sede de la Sabiduría». Este tipo de representación se remonta a mediados del siglo XII. La escultura está elaborada en madera, la cual ha sido policromada y recubierta con una fina capa de plata, excepto en las partes de las manos y de la cara que se mantienen en su color original. La figura de la Virgen, que es presentada de una manera deshumanizada, se encuentra en una postura que es completamente frontal, lo que le da un aspecto rígido y simétrico. Esta disposición tiene el objetivo de representar a María como «asiento de la sabiduría» para su hijo.
La figura del niño Jesús también tiene un atributo significativo, pues representa a la segunda persona de la Santísima Trinidad, simbolizando así la Suprema Sabiduría. Al igual que la figura materna, su postura también es frontal; sin embargo, su presentación se aleja de reflejar la verdadera edad que debería tener un niño en su desarrollo. En un gesto que es emblemático, Jesús levanta su mano derecha como si estuviera bendiciendo a todos los que le observan. Un detalle particularmente curioso y distintivo de la imagen es la presencia de una inusual filacteria, que es una especie de banda que lleva una inscripción significativa. En ella se puede leer: “Puer natus est nobis, venite adoremus. Ego sum alpha et omega, primus et novissimus Dominus.” Esta inscripción es notable, ya que se conoce solo un caso similar en una imagen procedente de Suiza.
En la actualidad, la talla original de Santa María la Real de Irache se conserva con gran cuidado en la iglesia parroquial de la localidad de Dicastillo, un lugar que resguarda esta importante obra de arte. Adicionalmente, en el monasterio que también lleva su nombre se encuentra una copia de esta valiosa talla, lo que permite que más personas puedan apreciar y venerar la imagen en un entorno diferente. La preservación y difusión de esta obra son fundamentales para mantener viva la rica tradición del arte religioso en Navarra.
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